lunes, 31 de marzo de 2014

NUEVA YORK, 10 de marzo.– Tiene la certeza, que no las pruebas en la mano, pero lo dijo convencido: Joaquín El Chapo Guzmán Loera es, así en presente, el Steve Jobs del mundo del narco. De ahí que a Roberto Saviano le cueste admitir que su persecución desde Culiacán hasta la torre Miramar, en Mazatlán, se haya debido a un simple descuido. La mano de Ismael El Mayo Zambada está ahí. “O lo entregó o no lo protegió más”, afirmó contundente.
El escritor y periodista italiano sostuvo su afirmación en una infidencia a la que tuvo acceso tras siete años de investigación. Se trataría de una conversación en la que los dos principales líderes del cártel del Pacífico se hablaron como siempre, a la cara, pero de manera inusualmente dura.
La advertencia para El Chapo no dejó lugar a dudas. Al menos no para el autor de Gomorra.
En el testimonio recogido por Saviano, El Mayo Zambada le pidió a El Chapo Guzmán Loera apartarse, lo que él mismo haría, para dejar paso a las nuevas generaciones. “Si no lo hacemos, si no les cedemos el control, ellos lo tomarán por su cuenta y riesgo”.
Y más. Le habría dicho: “Si no te vas habrá una guerra civil dentro de nuestra organización”.
La entrevista con Saviano transcurre ya entrada la noche en el sótano de uno de los hoteles del barrio de Chelsea.
¿Pero por qué en un sótano? Saviano es un hombre amenazado, cuya cabeza tiene precio. La mafia italiana lo condenó desde la aparición de su primer libro. Hoy vive escoltado las 24 horas del día.
La temperatura afuera es apenas testigo del invierno más duro que ha vivido Nueva York en 118 años. Ahí, frente a las cámaras de Cadena Tres y Excélsior TV, Saviano fue cálido, se dio tiempo para sonreír, no pareció ser nunca el “muerto que habla”, como se describe en CeroCeroCero, su más reciente obra, publicada bajo el sello de Anagrama.
Saviano presentó recién el viernes su nuevo libro-ensayo sobre los secretos del imperio de la cocaína en América Latina y sus múltiples conexiones. CeroCeroCero, el libro que lanzó al mundo “como una venganza personal”, para demostrar “que no han podido callarme, que mi música sigue sonando”, y que está  llamado a convertirse en un fenómeno editorial, como lo fue Gomorra en 2006, del que vendió 10 millones de ejemplares y que se tradujo a 55 idiomas.
En CeroCeroCero, Saviano relata en detalle el acuerdo en los años 80 entre los líderes del narcotráfico de Colombia, encabezados por Pablo Escobar y Miguel Ángel Félix Gallardo, su contraparte mexicana. O, mejor dicho, la entrega de la estafeta, la capitulación de los más grandes líderes del narcotráfico colombiano a manos de los mexicanos. Nacieron así los reyes del imperio, del bajo mundo, del mundo.
“En el caso de El Chapo me impactó mucho su arresto. No he podido descifrarlo del todo. ¿Fue traicionado? ¿Se entregó?”, se preguntó Saviano a sí mismo.
Así que no tiene problema en desenredar esta complicadísima maraña: “La declaración de El Mayo, de la que estuve enterado unos meses antes, me deja grandes dudas. ¿Por qué hizo esa declaración, por qué permitió que alguien más la escuchara?
“Prácticamente le dijo: ‘O te vas o habrá una guerra civil dentro de nuestro grupo’. Para mí, El Mayo tuvo responsabilidad en la captura de El Chapo. No sé si lo vendió, pero lo que es un hecho es que no lo protegió más. Lo dejó a su suerte.
“Me resulta muy extraño que El Chapo Guzmán cometiera una imprudencia como la que cometió”.
Saviano se refiere, claro, a que después de salir indemne en Culiacán de una cacería feroz por parte de efectivos de la Marina mexicana y de los servicios de inteligencia estadunidense, que le pisaban ya los talones y estuvieron a escasos ocho minutos de atraparlo, el narco haya optado por tomarse un respiro para visitar a su esposa y sus dos gemelitas en un edificio cualquiera de departamentos, frente al mar.
“Me da la impresión que se sentía seguro. Un jefe, un capo, un boss como El Chapo, sólo se siente seguro cuando le dan garantías sobre su seguridad”.
¿Lo entregaron o se dejó atrapar?
Al principio pensé que se habría dejado atrapar, que sabía que era la única forma de mantenerse con vida, pero de verdad que me resulta extraño. Estoy seguro que vivió situaciones similares (a las de Culiacán e incluso a la de Mazatlán) y se salió siempre con la suya, salió de ellas. ¿Por qué esta vez no?
Saviano cree con firmeza que si El Chapo se hubiera entregado se arriesgaba a ser extraditado, de acabar sus días en alguna prisión de Estados Unidos. Que habría tenido, sin remedio, que capitular. Que entregar lo más valioso de su botín: la capacidad de mandar. Su poder. El poder.

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